En mi caso particular, perteneceré, en forma general, a uno u otro grupo según las circunstancias sociales, las cuales son las que definen el marco en el que debe decidirse si el riego realmente vale la pena o no. Por ejemplo, si bien considero que los pro-nucleres tienen razón cuando afirman que sin la energía nuclear no se podría sostener la demanda de energía, no es menos cierto que somos una sociedad de consumo, en donde consumo significa despilfarro. Y por definición, y sin tener en cuenta los recursos disponibles, el medioambiente y el bienestar mismo de la humanidad, despilfarramos energía en producir masivamente bienes y productos innecesarios y diseñados específicamente para que tengan que ser reemplazados al poco tiempo. Así, no considero que el tener centrales nucleares para producir energía de despilfarro sea, realmente, una idea inteligente.
Ahora pensemos, en cambio, en una sociedad en el que el cuidado y buen aprovechamiento de los recursos naturales y energéticos es inherente a ella, en la que se diseña los productos para durar y ser retro-compatibles, en la que se pone a la economía al servicio del hombre y no al revés y, en definitiva, en la que el despilfarro es considerado un sinsentido a la vez que su busca la mejor calidad de vida posible. Si una sociedad así no pudiera sostener su demanda de energía por medios alternativos, entonces probablemente la nuclear sí seria un riego que valga la pena correr, pues aquí no habría desperdicio sino una demanda de energía necesaria. Y es que se supone que con los riesgos debemos ganar algo, y esta sociedad ideal parece que lo que es.
La diferencia entre ambas situaciones es clara: en la primera hay alternativas y cosas por hacer; en la segunda ya se hizo todo lo posible y, por lo tanto, sólo en este caso la energía nuclear es realmente necesaria.
La nuestra, sin embargo, es una sociedad de despilfarro y ya tiene las centrales. Y el reemplazo de estas por alternativas más ecológicas sólo será posible dentro de un proceso de decrecimiento mucho más global; es decir, será imposible al menos que comencemos a hacer tender nuestra sociedad de despilfarro hacia a la sociedad ideal del ejemplo anterior o hacia alguna similar.
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