Diógenes de Sínope es un personaje bastante particular cuya rarezas se siguen comentando 2300 años después de su muerte. Y si bien no es el fundador de la escuela cínica, honor que le corresponde a su Antístenes, su maestro, es sin lugar a dudas su mayor exponente. Los cínicos buscaban alcanzar la virtud a través de la autosuficiencia, que era independencia y libertad. Así que se desprendían de todo lo que poseían, salvo “lo que pueda llevarse en caso de naufragio”, y llevaban vidas simples y acordes con la naturaleza. Aquí está el primer problema con el nombre del síndrome: Diógenes no juntaba cosas sino que sus únicas pertenencias eran su capa y su bastón, los cuales tenían más funciones que la navaja de McGiver y formaban parte del “uniforme” característico de los cínicos tras ser impuesto involuntariamente por Antístenes. Se dice que durante mucho tiempo llevó también una jarra para el agua, pero al ver a un niño beber de una fuente sólo con sus manos se lamentó por haber estado llevando un objeto “tan molesto e inútil”. Tampoco tenía casa sino que dormía en donde quería. El mito afirma que lo hacía en un tonel de vino, pero lo dudo mucho porque él era nómade: según el clima iba de una ciudad a otra. Y no me lo imagino llevando el tonel consigo, aunque es posible que sí haya vivido en uno durante algún pequeño tiempo. Esta forma de vida lo convirtió en un"ciudadano del mundo" que prefería "un bárbaro virtuoso a un griego estúpido", aunque el griego estúpido fuese su familiar ¿Alguna relación hasta ahora con el síndrome que consiste en recluirse en el hogar?
La única relación entre el trastorno el y el filósofo está en el desaliño personal. Pero en Diógenes no se trataba de simple descuido o falta de fuerza de voluntad: él justamente enseñaba a no ser esclavos de las pasiones. Si hacía un calor insoportable, entonces él se tiraba a la arena caliente y rodaba sobre ella para demostrar que podía soportarlo. Si hacía un frío de morirse, entonces él se abrasaba desnudo a una estatua helada. Y si hubiese querido estar más presentable es probable que también lo hubiese logrado. Sin embargo, para diógenes el pelo y la barba desprolija eran naturales y no tenía sentido desdeñarlas. Cuando veía a alguien bien afeitado preguntaba: “¿tanto deseás ser mujer?”. Lo que él demostraba con estas acciones es que la gente se preocupa más por lo que está convencionalmente mal que por lo que realmente lo está. Por ejemplo, Diógenes no tenía problemas con masturbarse en público mientras afirmaba que "desearía también poder quitarme el hambre frotándome la barriga". Después de todo se trata de una función corporal perfectamente normal y que no tiene nada de malo en sí misma y fuera de nuestras convenciones sociales. Tampoco se preocupa por no robar, ya que "todas las cosas pertenecen al sabio", o hasta de defecar en público mientras daba sus lecciones.
Quienes sufren el síndrome de Diógenes suelen no trabajar. Claramente nuestro filósofo tampoco lo hacía en el aspecto comercial, pero sí en aquél otro trabajo que ya nadie alaba: el ejercido sobre uno mismo. Para mí esto queda sutilmente reflejado en la siguiente anécdota; cuando un ministro le dijo "¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas." Diógenes contestó: "Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador". Sin embargo también tenía otro labor: él no provocaba a la gente con sus comentarios y actitudes socialmente reprochables sólo por diversión, sino que estaba haciendo su trabajo: enseñar. Pues esa es una de las tareas del bueno filosofo. Es por eso que nunca evitaba una discusión, sobre todo cuando con platónicos se trataba. Sobre el Topus Uranus, el mundo de las ideas de Platón, sencillamente decía "yo al caballo lo veo; a la caballitud, no" (Nota: parece que esta frase es original de Antístenes). Y cuando Platón definió al humano como un bípedo sin plumas, él desplumó un pollo y se lo arrojó a los pies. Lo que me gusta de estás ultimas actitudes es que son escépticas y empíricas. Sobre la famosa paradoja de Zenon sencillamente sentenció "el movimiento se demuestra andando". Y una vez, cuando un platónico lo trató de confundir con la siguiente falacia "No has perdido nada de lo que tienés . Y como no perdiste cuernos: tenés cuernos". Diógenes contestó, tocándose ingenuamente la cabeza "¿sí?, pues yo no los veo". Cada una de estas anécdotas refleja un duelo mental y filosófico, pues como el mismo dijo cuando alguien se jactaba de haber vencido a quién sabe cuantos hombres en la arena, "No, yo derroto hombres; vos sólo esclavos".
Pero, como siempre, me estoy yendo del tema. La cosa es que no hay nada menos cínico que el síndrome de Diógenes.
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